VALORES DEL EMPRENDIMIENTO. DE LA ECONOMÍA COLABORATIVA A LA SOLIDARIA PASANDO POR LA SOCIAL.

VALORES DEL EMPRENDIMIENTO. DE LA ECONOMÍA COLABORATIVA A LA SOLIDARIA PASANDO POR LA SOCIAL.

Prof. Oscar Bastidas-Delgado.

Universidad Central de Venezuela (UCV).

 https://www.youtube.com/watch?v=xlsshilNTHA

 https://www.linkedin.com/in/oscarbastidasdelgado

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Ponencia presentada en el “XVI Congreso de Investigadores en Economía social y Cooperativa. Las Cooperativas y la Economía Social en un Entorno de Recuperación Económica”. Taller 1.-Innovación Social desde la Economía Social en un Mundo en Transformación. Valencia, España, 19 al 21/10/2016.

I.S.B.N.: 978-84-944774-1-6

 

 RESUMEN.

Este trabajo concede bases a las definiciones de Economía Colaborativa, Economía Social y Economía Solidaria a partir de la sucesión de valores que se generan a manera de continuum en el proceso de emprendimiento, entendiendo este proceso de una manera amplia como el generado a partir de la decisión de una persona o grupo de enfrentar un problema o una situación cualquiera. Ese continuum puede observarse como estadios o escalones que conducen a la solidaridad como valor de mayor trascendencia de la siguiente cadena: Individualismo – Colaboración – Ayuda Mutua – Asociacionismo – Mutualismo/Cooperativismo – Solidaridad. No es un proceso lineal, por ello se busca desarrollar un recurso pedagógico que contribuya a explicar teóricamente y en el momento oportuno de surgimiento en el proceso emprendedor, el respectivo valor y el tipo de economía que debería contenerlo.

 

Este trabajo es consecuencia de prácticas y reflexiones de varios años, fue reflexionando sobre los valores del emprendimiento que surgió la serendipia de relacionarlos con las definiciones; este aporte contribuye a ordenar teóricamente el orden en que los valores y sus economías deben presentarse pues si existe cierto orden entre ellos y ellas, los de niveles superiores no suceden si los inferiores no son contenidos por ellos: el orden señalado por la sucesión obliga a respetarlos.

 

PALABRAS CLAVES.

 

Valores, Asociacionismo, Mutualismo, Cooperativismo, Solidaridad, Economía Colaborativa, Economía Social, Economía Solidaria.

________________________________

 

Hay problemas individuales que normalmente son resueltos directamente por el afectado, la Pirámide de Maslow sobre la jerarquía de las necesidades humanas es útil para visualizarlos y establecer prioridades; existen también los colectivos que obligan al concurso de personas, empresas y hasta gobiernos dependiendo de su magnitud, entre ellos pueden citarse la pobreza, el desempleo, la salud, inflación, inseguridad, y en general los incluidos en los ocho Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) o los Diecisiete Objetivos de las Naciones Unidas adoptados en septiembre 2015 en la Agenda de Desarrollo Sostenible para 2030 por un Planeta Autosustentable.

 

01.- LAS NECESIDADES COMO MOTORES DEL EMPRENDIMIENTO.

 

Los problemas y cómo enfrentarlos constituyen el binomio motor del emprendimiento, binomio que es piedra angular de toda sociedad. Emprender es sinónimo de acción e implica disposición al cambio, quien desee cambios debe poseer espíritu emprendedor aunque ese espíritu no es suficiente debe decidir actuar; emprender es entonces sinónimo de decisión, de enfilar personas y recursos en aras de enfrentar problemas y amerita el diseño, la constitución y la puesta en marcha de organizaciones adaptadas al problema o situación a superar.

 

Una organización en su definición sencilla puede entenderse como un sistema de personas y recursos alineados en aras de un objetivo, un recurso poco considerado es el tiempo. Constituir una organización es una decisión política de sus fundadores conscientes de lo que desean con ella o concepto, hacia dónde ir u objetivos, y por cuál camino o direccionalidad; ella debe ser competente en lo interno para vencer apatías e inercias y competitiva en lo externo para ocupar espacios en la sociedad y nichos en los mercados si ese también fuese un propósito.

 

El proceso entre determinar el problema y superarlo no es lineal, implica una cadena de valores y actividades con adelantos y retrocesos que originan efectos múltiples que normalmente trascienden los límites de la cadena misma desbordándose a otros sectores sociales. La cadena del emprendimiento puede resumirse así:

 

Observación del problema ↔ toma de conciencia de enfrentarlo ↔ formulación de una visión preliminar del cómo ↔ suma de otras personas y recursos ↔ determinación de las acciones a realizar por los involucrados ↔ diseño de la organización específica ↔ puesta en marcha ↔ monitoreo de acciones y determinación de impactos, mediciones y correcciones ↔ reinicio del proceso si problema continúa.

 

Comprender el funcionamiento de esta cadena parte de considerar que las personas actúan gracias a la sinergia de valores acumulados a lo largo de la vida y que de manera natural pretenden transmitirlos a otros y sus organizaciones, incluyendo las que constituyen.

 

– La Fuerza Fundante.

 

Emprender como proceso dinámico se riñe con la inercia, con el dejar hacer; se inicia con la decisión de enfrentar el problema o situación a superar detectada y dependerá en mucho de: 1.- el diagnóstico del problema o situación; 2.- los valores de quién o quiénes lo enfrentan; 3.- la claridad mental o conceptual de los objetivos pretendidos; 4.- la dirección que se imprimirá al proceso; 5.- del diseño apropiado y la puesta en marcha de la organización que lo enfrentará; y 6.- las personas y recursos necesarios.

 

Para efectos de este documento la sinergia de estos seis elementos recibirá el nombre de fuerza fundante que se expresa: 1.- Bajo un manto formal y visible que se asigna al conjunto de actividades a realizar u organización a constituir; y 2.- objetivos muy personales, normalmente no escritos, que se corresponden con lo que los emprendedores pretenden para ellos, sus familias, el país, y generaciones de relevo.

 

En términos de planificación estratégica lo expresado bajo el manto formal se denominan lineamientos estratégicos y son cuatro: Valores, Misión normalmente plasmada legalmente en el estatuto de la organización a constituir; la Visión o deseo de cómo debe ser la organización al cabo de cierto tiempo; y los objetivos estratégicos que a manera de rieles conducirán la organización desde la Misión a la Visión.

 

En el segundo aspecto pretendido, cobijado para efectos de este documento como “objetivos muy personales …”, estarían desde obtener ganancia o excedentes, dependiendo de si la organización perseguirá o no lucro, asunto que no se escribe en la Misión, pasando por el interés de favorecer la familia o una comunidad, un reconocimiento social o político, hasta de constituir empleos, apoyar la lucha contra la pobreza, retribuir al país mediante acciones de Responsabilidad Social, u otros.

 

Desde siempre han existido fórmulas organizacionales mediante las cuales individuos, grupos y poblaciones enteras han buscado y logrado soluciones a problemas de variadas magnitudes y alcances; en ese panorama, las utopías, escritas o no, entendiendo por tales solo planteamientos factibles y referidos a sociedades[1], contribuyeron en su desarrollo.

 

En el documento final de la Agenda de Desarrollo Sostenible para 2030 por un Planeta Autosustentable mencionado, las cooperativas son reconocidas como actores importantes del sector privado para atacar directamente y sin intermediación los problemas respectivos, ¡pero … no son las únicas!; ejemplos de enfrentamiento de problemas sin intermediarios se encuentran en infinitos sitios gracias a organizaciones constituidas con lógica asociacionista como las asociaciones propiamente, las cooperativas, mutua­les, cajas de ahorro o fondos de empleados, empresas de traba­jo familiar, y otras, de hecho y de derecho, que a lo largo de la historia han sido cobijadas dependiendo de ciertos rasgos con el calificativo de economías generándose una pléyade de “economías” que confunden y originan interesantes debates.

 

Paul Lambert, estudioso del cooperativismo, resaltó en su libro “La Doctrina Cooperativa”, las asombrosas analogías entre ciertas instituciones de la Antigüedad y de la Edad Media, con las cooperativas de nuestro tiempo[2], él menciona algunas, se agregan otras: las lecherías comunes en Armenia; las sociedades de arrendamiento de tierra en común en Babilonia; las confraternidades de sepultura y las de seguros en Grecia y Roma; las confraternidades de drenajes, riegos y construcción de diques en Alemania; los ágapes de los primeros cristianos; las organizaciones agrarias y de trabajo entre los pueblos eslavos.

 

Continúa: El mir entre los rusos; los artels de pescadores y cazadores de la antigua Rusia; la zadruga de los serbios; las queserías de los armenios y de los campesinos europeos de Los Alpes, las conocidas Fruitières du Jura en Francia consideradas verdaderas cooperativas de colecta y transformación de derivados de leche; los equipos de compagnons de construcción que recorrían Europa en la época de las catedrales, y otras como las sunedrias y hetedrias griegas y las asociaciones de ahorro y Guildas medievales, que en su momento fueron semillas de mutualismo.

 

También las hubo en América como el calpulli de los aztecas, de aprovechamiento colectivo de la tierra para usufructo individual y comunal; los consejos de ancianos de los nahuas que dirigía la organización de la comunidad con el pariente mayor como “jefe”; y los positos, suerte de almacenes comunales en los que los indígenas del México precolombino depositaban sus cosechas en prevención de malas temporadas. A ellas se agregan los ayllus de la cultura inca; las cajas de comunidad de la colonización española; las colonias de los inmigrantes de Norteamérica con alto carácter religioso; las cofradías religiosas en casi todo el continente; expresiones de trabajo asociado como la minka en Bolivia, Colombia, Ecuador y Perú; el tequio en México; las juntas de los borucas en Costa Rica; el aynien de ayuda mutua y recíproca en los países andinos; los ejidos colectivos de México y el convite y la manovuelta en Venezuela.

 

En la actualidad son infinitas las expresiones espontáneas o permanentes que individual o colectivamente son utilizadas para enfrentar problemas; se encuentran en todos los espacios humanos y son consecuencia lógica de nuevas necesidades urbanas y rurales que con creatividad e innovación generan nuevos sistemas económicos y modelos organizacionales con base en novedosas formas de gobernanza, redes de comunicación, y sistemas de intercambios.

 

Entre las “economías” utilizadas para cobijar esas organizaciones se encuentran algunas que se solapa entre sí como Tercer Sector, Tercer Sistema, y Organizaciones Sin Fines de Lucro (OSFL)[3]; otras con el calificativo de quienes las realizan: Economía Popular, Economía Indígena, Economía Familiar, Economía Comunitaria, Economía del Trabajo; las referidas a los espacios donde se realizan: Economía Urbana, Economía Marginal, Economía Vecinal, Economía Comunal; las de lo perseguido con ellas: Economía Alternativa; por satisfacer las necesidades de quienes las constituyen: Economía Social; y finalmente las calificadas en función del valor que supuestamente desarrollan: Economía Participativa, Economía Colaborativa, Economía Asociativa, Economía Autogestionaria, Economía de Autoayuda, Economía Democrática y Economía Solidaria, justo las que interesan para las reflexiones de este documento pues más de una de ellas no practica el valor que las cobija.

 

Quien esto escribe, reflexionando sobre el emprendimiento se encontró con la serendipia de una sucesión de valores así:

 

1.- Individualismo, valor egoístamente considerado por algunos sectores al capitalismo pero que en sí mismo es el valor inicial de cualquier emprendimiento incluyendo los conducentes a la solidaridad.

 

2.- Colaboración, valor central de la Economía Colaborativa que implica el reconocimiento de los otros como necesarios para avanzar en el proceso emprendedor, no garantiza permanencia en el tiempo

 

3.- Ayuda Mutua, valor que se nutre también del reconocimiento de los otros pero mediante organizaciones de mayor permanencia que, resolviendo la encrucijada ¿lucro o no lucro?, pudiesen llevar por una vía a organizaciones capitalistas y por la otra a las Organizaciones de Economía Social (OESs).

 

4.- Asociacionismo, Mutualismo y Cooperativismo como valores integrantes de las tres formas básicas de Organizaciones de la Economía Social (OESs).

 

5.- Solidaridad como valor fundamental en toda OES que pretenda ser calificada como de Economía Solidaria (ESol).

 

Sobre estas consideraciones este trabajo pretende conceder bases a las definiciones de Economía Colaborativa, Economía Social y Economía Solidaria a partir de esa sucesión de valores que, a manera de continuum, se generan en el proceso de emprendimiento, entendiendo éste, de manera amplia, como el iniciado con la decisión de una persona o grupo de enfrentar un problema o superar una situación; ver gráfico siguiente.

 

GRÁFICO 01.- ESCALA DE VALORES DEL INDIVIDUALISMO A LA SOLIDARIDAD.

 

 

Ese continuum se observará como estadios o escalones que llevan desde el valor más sencillo del emprendimiento: el individualismo, al de mayor trascendencia: la solidaridad: no es un ascenso lineal pero, como recurso pedagógico, distinguir unos valores de otros en el justo momento de su aparición y entender que los de escalones superiores contienen los anteriores, una suerte de jerarquía entre ellos, contribuye a conceptualizar las economías señaladas que supuestamente los practican.

 

02.- LA ÉTICA COMO SINERGIA DE VALORES Y PRINCIPIOS.

 

Los valores son pautas de conducta adquiridas a lo largo de la vida de las personas, grupos humanos, organizaciones y sociedades por influencias variadas: familiares, escolares, religiosas, políticas u otras, que permiten discernir entre cuales límites actuar ante determinados sucesos, son como rieles de un tren que conceden límites a quienes los poseen, los principios por su parte pueden entenderse como síntesis de los valores, como locomotoras que facilitan la comprensión y aplicación de los valores. Los valores de unos pueden ser rechazados por otros, por ejemplo, mientras países del norte de África discuten qué es la democracia y cómo aplicarla, posiblemente limitándola solo a quienes tienen bienes de fortuna o solo a hombres, en la amplia mayoría de los países iberoamericanos y en los movimientos cooperativista y mutualistas, el principio de “un ciudadano un voto” permite aplicar ese valor.

 

La Ética proviene como palabra del latín ethĭcus, y éste a su vez de «êthicos» del griego antiguo. Se asimila a la idea de «êthos» como «carácter» no como «costumbre», y gracias a ella una persona discierne a propósito de cómo actuar ante una determinada situación colocándose rieles, trazando y despejando su ruta de acción. La ética sería la sinergia de los valores y principios de una persona o una organización; tiene su aposento en la mente de sus actores y los impulsa a realizar lo que libremente y por convicción deben hacer haciendo que los valores se expresen oportunamente.

 

La ética forma parte de lo intrínseco, de lo estructural; la consecuencia lógica de poseer determinada ética es aplicarlos en lo cotidiano y desear que otros la compartan, es por ello que los fundadores de una organización la transmiten y tienden a relacionarse con organizaciones que la compartan; lógicamente, con el tiempo cambian las personas, cambian los valores y por lo tanto la ética.

 

03.- INDIVIDUALISMO, COLABORACIÓN, AYUDA MUTUA Y ECONOMÍA COLABORATIVA.

 

Ante un problema, un afectado puede tomar conciencia de la necesidad de enfrentarlo y actuar en consecuencia, su primera reflexión es individual y el valor que surge es el de la Autoayuda o prestarse apoyo a sí mismo para superarla. Como situaciones de absoluta soledad como la de Robinson Crusoe son casi inexistentes[4], puede afirmarse que toda actividad humana, exitosa o no, contiene este valor pero serán en las condiciones intrínsecas, propias, del proyecto emprendido donde se encontrarán las razones de sus éxitos.

 

3.1.-La Colaboración.

 

Si observa que el problema afecta o amerita el concurso de otras personas la salida sencilla sería convocar sus apoyos surgiendo así el valor de la colaboración. En toda actividad humana es natural conseguir apoyos, estos configuran el valor de la Colaboración que en sí mismos no implican mayores compromisos sino en cuanto al tipo de actividad y al tiempo dedicado;

 

Colaborar es un valor propio de la naturaleza humana, es importante en todo proceso emprendedor entre otras razones por no comprometer los esfuerzos y recursos del receptor más allá de los términos del apoyo logrado; él ha originado novedosos preceptos como el aprendizaje colaborativo y la Economía Colaborativa o de la Colaboración con la que algunos teóricos pretenden sustituir el de Economía Social.

 

La colaboración abarca actividades variadas, su peso dependerá de las magnitudes de las necesidades enfrentadas que pudieran ir desde las vitales básicas, de sobrevivencia si se quiere, hasta otras de mayor trascendencia y permanencia. Ejemplos existen: empresas, huertas y acciones familiares, vecinales y comunitarias; actividades de seguridad; el wi-fi libre impulsado en Berlín; clubes de compras; ferias comunitarias; redes de trueque y monedas locales; viajes, alojamientos y comidas compartidas al estilo de la “olla común” de la época de Pinochet en Chile y del momento actual en Venezuela; programas vecinales de arreglos de calzadas y desagües, y otras con apoyos empresariales vía Responsabilidad Social, por ejemplo.

 

Las colaboraciones poseen una composición más rica en lo humano que en lo económico por lo que son frágiles y dependerán de la voluntad de quien colabora o de quienes detentan el poder en la organización receptora; actuar individualmente tiene sus límites: los de alcance y capacidad de convocatoria para sumar apoyos; los cognoscitivos; la capacidad de formación de generaciones de relevo; capital y recursos; y otros.

 

Si se desea asegurar permanencia del proyecto emprendido es necesario que los esfuerzos y recursos comprometidos no sean prestados o aportados a manera de colaboración sino en aras de una organización de hecho o de derecho que cobije y organice a todos los afectados. Un proyecto sin fortalezas intrínsecas sobre las cuales erigirse estará condenado al fracaso.

 

3.2.-La Ayuda Mutua.

 

Vista la fragilidad de la colaboración, quien emprende debe superarla y buscar apoyos de mayor permanencia pasando así a un estadio superior que es el de la Ayuda Mutua, valor no definible como “

Acto mediante el cual una persona realiza acciones en beneficio de otra” ya que no se trata de limosnas o actos de caridad. Este valor obliga a un mínimo de reciprocidad, elemento clave que bien desarrollado estaría en la base de la solidaridad, e implica retribuciones sostenidas en el tiempo mediante compromisos recíprocos como acuerdos, Intercooperación y alianzas

 

El emprendimiento comienza así a concretarse en una organización o empresa entendida como conjunto de recursos y esfuerzos humanos alineados en función de un objetivo.

 

3.2.1.- Lucro o no lucro como encrucijada entre la Economía de Capital y el Asociacionismo.

 

El valor de la Ayuda Mutua implica el reconocimiento de los otros pero… el objetivo perseguido obliga al emprendedor a formularse una pregunta clave: ¿Lucro o no lucro?, del camino que tome en esta encrucijada surgirán detalles definitorios sobre la organización y personalidad jurídica de la potencial organización.

 

Si la intención es lucro se estaría ante la opción de constituir una empresa de capital con forma jurídica de compañía anónima por ejemplo, en la que quienes se asocian adquirirán condición de socios y el reconocimiento mutuo será en proporción al capital aportado; de no ser lucro, el interés se centrará en las personas y se estaría en presencia del Asociacionismo, piedra angular para constituir una asociación propiamente, sin fines de lucro o de Entidad Sin Ánimo de Lucro (ESAL) como se denominan en Colombia, entendiendo por tales las corporaciones y asociaciones constituidas por grupos de personas naturales o jurídicas que persiguen fines generalmente gremiales, sociales, culturales, cívicos, y recreativos, sin generar actividades lucrativas a su favor o asociados.

 

Todas las variantes conceptuales entienden por lucrativo “lo que produce utilidad y ganancia”, y por “lucrar” sacar provecho de un negocio u obtener utilidades. Según una Declaración del Consejo Intercooperativo Argentino[5]

 

las cooperativas no son empresas lucrativas; sus excedentes, en caso de existir, retornan anualmente a quienes los hayan generado al haber abonado por el servicio un precio superior al costo del mismo. El retorno cooperativo constituye un ajuste de precio que se distribuye en proporción al uso de los ser vicios sociales; la actividad de las entidades lucrativas, en cambio, configura una remuneración al capital y es éste la base de su reparto”

 

Analícese esta afirmación del Dr. Juan Carlos Basañes autor del libro “Teoría y Realidad de la Economía Cooperativa” citado por Esteller[6]:

 

“El lucro, como objeto y medida de eficiencia empresarial, tiene solo vigencia para la empresa capitalista”. Por el contrario, en las cooperativas, el elemento caracterizador está dado por la prestación de servicios. No existe posibilidad de creación, acumulación ni distribución de dividendos o ganancias. Así lo ha entendido la doctrina y la jurisprudencia”.

 

Por naturaleza: 1.- Las cooperativas asocian personas, no capital; y 2.- La suscripción de capital o aportes a una cooperativa no tiene carácter especulativo pues está destinado a enfrentar problemas comunes, producir o acceder a un servicio, por ejemplo; por ambas razones, la cooperativa concede preferencia a remunerar la actividad antes que el capital, y siendo ella de propiedad colectiva, debe conceder preferencia a la inversión colectiva antes que a la individual. En otras palabras, ni ella ni sus asociados, pueden lucrarse a costas de sí mismos.

 

Al respecto esta afirmación de Elgue:

 

“Si bien las cooperativas realizan una actividad económica, ella está dentro de un campo de la economía distinta a la economía de lucro […] Entonces, la “economía del lucro” expresa la organización de la actividad económica subordinada al fin declarado de obtener ganancias o utilidades en el intercambio, independientemente del uso final de los bienes o servicios que son objeto de las transacciones. En cambio, el concepto de actividad económica se refiere a la proyección del hombre sobre la naturaleza para posibilitar su subsistencia y al intercambio o distribución de bienes y atención de servicios para satisfacer necesidades humanas sin subordinación a otras motivaciones.

 

En el campo de la actividad económica en función social no se compra para revender con ganancia o producir utilidades a los inversores sino que la operación consiste en la prestación de servicios sociales. No se opera con valores de cambio sino de uso. En el área cooperativa, los excedentes de previsión se restituyen a los usuarios, las reservas son irrepartibles y, en caso de disolución de la entidad, el remanente patrimonial corresponde al Estado. El hecho que una cooperativa crezca, que se transforme en una empresa con mayúsculas, tampoco es motivo para asimilarla a los grandes grupos lucrativos[7]:

 

Es clave la sutil diferencia entre organizaciones “sin ánimo de lucro” y “no lucrativas”:

 

“… sólo las obras caritativas que obtienen dinero con la intención de ofrecer servicios sin buscar ningún beneficio pueden ser adecuadamente designadas como empresas “no lucrativas”. Esta distinción entre empresas cooperativas y empresas no lucrativas es importante para garantizar una política oficial adecuada. Toda confusión que surja entre las empresas de autoayuda (entre ellas, las cooperativas) y las obras caritativas (que prestan servicios en relación de dependencia) no puede ser más que negativa para las cooperativas, y habría que evitarla a toda costa”[8].

 

El lucro es propio de personas y de las organizaciones de capital que buscan retribuir sus inversiones y se riñe con el Acto Cooperativo tal como éste se riñe con el Acto de Comercio. Este aspecto no está claro en numerosos actores de las cooperativas que rechazan cobrar montos apropiados por sus actividades ante el temor a ser calificados de “capitalistas” cuando una moneda pudiere ser lucro y millones no serlo.

 

Determinar la condición lucrativa de la organización a constituir es clave, más para contrarrestar gobiernos que por mal uso de los recursos públicos pretenden llenar sus vacios presupuestarios cobrando impuestos a las cooperativas, mutuales y fundaciones como sucede en Venezuela; esos gobiernos se inspiran en la clausula Stan By del Fondo Monetario Internacional (FMI) que propuso “la ampliación de la base de impuesto a las ganancias para incluir los ingresos por intereses y dividendos y las ganancias de cooperativas, mutuales y fundaciones«[9].

 

Elvira Castro, en su momento presidenta del Instituto Nacional de Asociativismo y Economía Social (INAES) de Argentina lo rechazó, calificándolo como un impuesto a la solidaridad; Néstor Raimunda en su documento No al impuesto a la solidaridad, menciona las opiniones de Castro:

 

“Los valores y principios, esgrimidos y defendidos desde siempre por las Entidades de la Economía Solidaria y sabiamente recogidos en la legislación nacional vigente -señala- «permiten sostener, entre otros extremos, que el objetivo de toda cooperativa es prestar servicios a sus asociados al costo, por lo cual los resultados positivos que pudieren existir son retornados a los asociados que los han generado con su operatoria». Es decir, que ni las cooperativas ni las mutuales […] obtienen ni persiguen ganancias, por lo cual no existe en ellas hecho imponible que pudiera dar sustento a un tributo de esa naturaleza.

 

[…] Ni las cooperativas ni las mutuales pueden transformarse en sociedades comerciales, constituyendo entonces, un modo alternativo y válido de organización económica, de antigua data y presencia universal, en el cual el capital no se apropia de los resultados, porque se transforma en un instrumento de naturaleza social. Exactamente, el capital, que es sólo un instrumento, no retribuye al capital sino al trabajo, a la producción y a los servicios”.

 

Al referirse a la Resolución de la OIT, agrega:

 

“El tratamiento histórico dado al Sector Solidario, no constituye ventaja o prebenda alguna, sino el reconocimiento de que, por su naturaleza, las entidades del sector no deben ser gravadas respecto de los recursos que, aunque expresados contablemente como resultados positivos, no constituyen ganancias. En efecto, los excedentes cooperativos y mutuales, no están relacionados con el aporte económico del asociado sino con el uso del servicio en sí; constituyen un exceso de previsión o un defecto de pago, que se verifica en el momento de cobrar a los asociados bienes o servicios que se les proveen o proveerán.

 

[…] el resultado de eventuales operaciones con no asociados tampoco merece el tratamiento de ganancia, porque su destino es un fondo especial de reserva no repartible o que es usado para futuras prestaciones. Es de la esencia de la cooperación el concepto de precio al costo o precio justo, es decir, integrado sólo por los gastos operativos y desprovisto de todo propósito de ganancia; legítimo este en las empresas comerciales, pero impropio en las cooperativas y mutuales, lo que constituye uno de los principios y elementos centrales del sistema de la Economía Solidaria”.

 

3.2.2.- ¿Quién se lucra?.

 

Si en una asociación solo existen ella como persona jurídica y sus asociados, para que exista lucro una de las dos partes debe beneficiarse de la otra o de terceras personas; una pregunta es clave: ¿En una cooperativa genuina se lucra ella o los asociados?.

 

¿Se lucra la asociación?. Cuando una asociación se constituye lo hace por decisión voluntaria y conjunta de una asociación de personas que tienen una necesidad común por lo que el capital que aportan, y las actividades que emprendan estarán supeditada a esa necesidad, no a generar ganancia a cuenta de ella o sus asociados.

 

¿Se lucran los asociados?. Si los asociados aportasen esfuerzos o recursos superiores a los necesitados por la asociación, ese adicional lo recuperarían cuando la asociación cierre su ejercicio económico y reparta los excedentes entre ellos que al fin y al cabo son quienes deciden sobre sus excedentes.

 

Ambas preguntas se responden con un rotundo no. La obtención de ganancias o lucro no es finalidad de ella ni de sus asociados, la asociación se constituye para enfrentar un problema común por lo que sus asociados deben adelantar recursos y recuperar al final lo sobrante o excedentes; esta afirmación corrobora la condición de organización de utilidad pública e interés social que las asociaciones poseen.

 

Una manera grafica de determinar si se está ante el lucro lo proporciona el uso del Estado de Origen y Aplicación de Fondos utilizado en contabilidad. Dos preguntas son claves: 1.- ¿Quién produjo la actividad que generó el excedente?, y 2.- ¿Quién se apropia de ese excedente?. Si ambas respuestas coinciden en la misma persona, así se trate de millones de unidades monetarias, lo percibido es excedente; por el contrario, si quien lo percibe no es quien lo generó, ese monto, así se trate de un céntimo, es lucro. En otras palabras, en cuanto al lucro, las asociaciones pueden aplicar la siguiente máxima “a cada asociado le corresponde excedentes en la misma proporción en que sus genuinos actos cooperativos contribuyeron a formarlos”.

 

Tres casos ilustran el lucro por apropiación indebida de los asociados o la asociación misma de excedentes generados por “terceros”: 1.- Apropiarse de excedentes generados por ingresos de terceros por venta de bienes o servicios; 2.- Apropiarse de excedentes generados por apropiación del valor producido por trabajadores no asociados o contratados (plusvalía); y 3.- Apropiación por los asociados, de excedentes generados por alquileres de locales y otros activos propiedad de la asociación.

 

En definitiva, se lucra quien se apropia del valor producido por otro, sea la asociación misma o los asociados. En el primer caso, la salida apropiada para no producir lucro sería depositar esos excedentes en una cuenta especial que los revierta a quienes los produjeron o aplicarlos a la comunidad mediante actividades educativas u otras de responsabilidad social; en el segundo se estaría en presencia de un acto de explotación humana, apropiarse de un valor producido por trabajadores o plusvalía, la salida justa seria cancelar salarios a esos trabajadores en igualdad de condiciones a los anticipos de los asociados con una alícuota de excedentes similar al final del ejercicio, de no ser posible, actuar como en el casos anterior; y en el tercer caso los asociados deben devolver a la asociación lo percibido de ella por esos conceptos, so pena de ser acusados por sustracción indebida.

 

Ante estas opciones, las instancias de supervisión y control de la asociación deberían tomar medidas y evitarlas y, de suceder, los organismos de carácter impositivo cobrar los debidos impuestos y los de vigilancia como las superintendencias, suspender la autorización de funcionamiento de esa pseudo-asociación. Desconsiderar estas reflexiones ha conducido a la existencia de numerosas asociaciones falsas, particularmente de maletín.

 

3.2.3.- Lucro no pero excedentes sí.

 

El “no lucro” es un atributo entonces de toda asociación que no contradice la necesaria creación de riquezas ni el deseo humano de mejores niveles de vida; ellas deberían producir apropiados excedentes para: 1.- Proporcionar mejores niveles de vida a sus asociados; 2.- Sentar bases económicas y materiales para fortalecer sus actividades y formar generaciones de relevo; 3.- Dotarse de herramientas que le permitan crecer en una economía de mercado que normalmente le es adversa; 4.- Generar volúmenes apropiados de transacciones para óptimos rendimientos gracias a economías de escala 5.- Enfrentar el desafío de la capitalización, sobretodo en época de inflación; 6.- Aumentar la rentabilidad de las actividades de sus miembros: remuneración apropiada, buen ambiente laboral, adecuados procesos formativos, y otros; 7.- Avalar operaciones crediticias de sus asociados; 8.- Tener recursos para responder ante terceros; 9.- Descontar de los certificados de aportación los montos que por negligencia o irresponsabilidad deba cobrar a algún asociado; y 10.- No terminar su gestión anual con pérdidas económicas: ¿Cómo sustentar lo social?.

 

3.2.4.- Los excedentes no son lucro. Casos ilustrativos.

 

Los excedentes son lógicas consecuencias de las actividades realizadas y contablemente se forma por la diferencia entre ingresos y gastos, en Puerto Rico lo denominan sobrante. Al final del ejercicio ellos deben ser repartidos con base en el valor de la equidad entre los asociados que los produjeron con base en las operaciones realizadas. Al respecto precisa Carlos Molina Camacho[10]:

 

“Dependiendo del tipo de cooperativa pudieran o no pagar ISLR; los asociados de las cooperativas de obtención de bienes y servicios en ningún caso lo pagan puesto que lo que reciben como excedentes son los que distribuye la cooperativa gracias a las economías que ellos mismos han hecho al comprar (consumo) o recibir un servicio (educativo, medico u otro). No sucede igual con los asociados de las de producción en las que obtienen un beneficio económico personal, los anticipos societarios, que debe declararlos y cancelar el impuesto correspondiente de superar el límite inferior impositivo”.

 

Es de afirmar también que el “capital” de las asociaciones no es utilizado para generar ganancias como en las empresas de capital privadas o públicas sino como herramienta para enfrentar los problemas para los que fue constituida, el lucro se riñe con la solidaridad y el Acto Asociativo o Cooperativo según se trate; por ello al finalizar el ejercicio económico una asociación no obtiene lucro sino excedentes, lo que no significa como dicen los cooperativistas venezolanos que actúen con fines de pérdidas.

 

Un ejemplo referido a consumo ilustra esta condición. Alguien con ingresos lícitos y ya declarados al sistema impositivo le pide a una persona que le compre determinada cantidad de alimento y le entrega dinero para ello, la persona compra, entrega lo comprado y regresa el vuelto o sobrante al demandante del favor. ¿Ese monto devuelto es ganancia?: No, el dinero percibido ya era lícitamente de él y lo utilizó para resolver un problema de consumo. Sucede de manera similar con los asociados de una cooperativa de alimentos que constituyeron un capital para comprar en mayores dimensiones y al final del ejercicio recuperan lo que dieron demás o excedente. La cooperativa no debe pagar impuestos por un monto que no es de ella y los asociados tampoco pues lícitamente solo reciben el sobrante de lo aportado.

 

Otro ejemplo. Un grupo de desempleados constituye una cooperativa en la que asocian su trabajo y sus recursos (Cooperativa de Trabajo -Asociado, CTA) y así, por economía de escala, comprar equipos e insumos a mejor precio y alquilar entre todos una oficina que cada uno no puede alquilar solo. Constituyen un monto común para operar y al final del año sobró una porción o excedente que deciden repartírselo proporcionalmente entre ellos con base en lo aportado: ¿El asociado debe pagar un impuesto por un dinero que ya era lícitamente de él y que utilizó para resolver un problema de desempleo gracias a la cooperativa?.

 

04.-ASOCIACIONISMO, MUTUALISMO Y COOPERATIVISMO VALORES DE LAS OESs.

 

En el continuum de valores mencionado, siempre hacia estadios superiores y apuntando al valor Solidaridad, de tomarse el camino del no lucro aparecerán los valores del Asociacionismo, el Mutualismo y el Cooperativismo como valores de base da las OESs en las que las asociaciones se distinguen por poseer generalmente mayor peso social que económico y, por ende, menores trascendencias e impactos.

 

El valor siguiente entonces al de la Ayuda Mutua es el Asociacionismo que también tiene su razón de ser en el “reconocimiento de los otros” pero en mayor escala pues concede preponderancia a la dimensión humana. Sin marginar la importancia del aporte de capital y de recursos, el asociacionismo obliga a definir un tiempo y un espacio en el cual organizar los esfuerzos humanos y depositar los recursos, la organización originada como consecuencia de este proceso es la asociación y puede tener tres variantes: Asociaciones propiamente, mutuales y cooperativas.

 

Sintetizando, una asociación se construye voluntariamente sobre una cadena de valores que se inicia con la autoayuda o convencimiento individual de la necesidad de superar un problema, continúa con la ayuda mutua o búsqueda de unión que en si mismo debe agregar otros valores como el dialogo, la participación, la convivencia, la tolerancia y la democracia, generando una ventaja inmediata: la economía de escalas.

 

En una asociación los problemas comunes tienden a igualar a los afectados y las relaciones entre ellos tienden a ser horizontales, del tipo Tú-Tú; esa igualdad se expresa en: 1.- Una mano levantada pesa igual que las otras; y 2.- igualdad de oportunidades para asumir responsabilidades colectivas e individuales en la asociación respectiva y la igualdad favorece la solidaridad; por ello mal puede quién vota a favor de una decisión o de alguien para determinada responsabilidad, desprenderse de su elección sin responder por las consecuencias de ella; por solidaridad debe acompañar la decisión y a los elegidos con sus votos.

 

Para efectos operativos se establece la siguiente definición de asociación[11]:

 

 “Una asociación es un equipo autónomo de personas unidas voluntariamente para satisfacer necesidades y aspiraciones comunes mediante esfuerzos voluntario, propiedad conjunta, y gestión democrática de los recursos materiales y financieros por ellas aportados”.

 

De ella se deduce que tienen una doble dimensión: la Asociación o dimensión humana integrada por asociados con espíritu de equipo que enfrenta problemas comunes, y la Empresarial responsable de conducir con preceptos de gestión democrática, los esfuerzos y recursos aportados hacia los objetivos asignados por los asociados. Esta doble dimensión les concede un doble anclaje en los espacios en los que actúen.

 

Las tres modalidades gozan de la doble dimensión Asociación – Empresa pero tienen diferencias fundamentales: 1.- El peso de lo empresarial va de menor a mayor según se trate de asociaciones, mutuales o cooperativas, mientras las primeras realizan actividades relativamente livianas en lo económico, las mutuales concretan sus actividades en salud y previsión social, y las cooperativas pueden “realizar cualquier actividad humana menos la de explotar y esclavizar personas” por lo que numerosas son de gran dimensión y ocupan importantes espacios en la economía del planeta; y 2.- las asociaciones y las mutuales reinvierten sus excedentes para mejorar sus servicios mientras que las cooperativas pueden repartirlos.

 

– La Economía Social y sus organizaciones.

 

El término Economía Social no es nuevo, tiene origen europeo, sus fuentes se remontan a las utopías y al asociacionismo obrero del S. XIX, ya en 1830 Charles Dunoyer había publicado en París su Nuevo Tratado de Economía Social y en esa década se impartía un Curso de Economía Social en la Universidad de Lovaina[12]. Ha sido criticado por supuesta redundancia de lo social por aquello de que lo económico también es social; sus defensores contraatacan afirmando que tal como está escrito él señala a su objetivo principal: colocar lo económico al servicio de las personas.

 

Asociaciones, mutuales y cooperativas son las modalidades organizacionales adoptadas normalmente como sus componentes; sus actividades son la base para calificar esta economía como el conjunto de actividades económicas realizadas por las personas de manera voluntaria y organizada para enfrentar sus propios problemas mediante un capital y un conjunto de recursos y esfuerzos humanos sin generar lucro.

 

Ellas: 1.- Surgen cuando un grupo de personas identificadas y cohesionadas por la necesidad de enfrentar un problema común se asocian para hacerlo sin intermediarios, colocando el acento en las personas; 2.- Desarrollan una gestión democrática sin preponderancia decisional de persona alguna, en las organizaciones de base funcionan bajo el principio de “una persona un voto”; 3.- De repartir excedentes lo hacen sobre el valor de la equidad, proporcional a lo aportado por cada asociado; como en el excedente regresa a quien lo aportó no existe lucro; y 4.- Pueden prestar servicios a terceras personas pero los excedentes generados debe devolvérseles o utilizarse en actividades de beneficio común para asociados y comunidades como las educativas.

 

Esas tres expresiones organizacionales constituyen la ES; se formula un concepto operativo[13]:

 

“La Economía Social es la resultante de las actividades y hechos económicos realizadas voluntariamente por conjuntos de personas naturales mediante organizaciones privadas como cooperativas, mutuales, organizaciones de voluntariado, asociaciones y fundaciones, en aras de satisfacer sus necesidades comunes y las de sus comunidades, produciendo bienes y servicios, asegurando o financiando sus actividades, y sin perseguir fines de lucro a través a través de empresas de propiedad colectiva y de gestión democrática”.

 

Pero el análisis no queda allí, la lógica de las OESs está íntimamente relacionada con la Responsabilidad Social, toda OES nace con la responsabilidad social de resolver el problema para el cual fue constituida, para ello constituye su capital, no para buscar ganancias por lo que no deben cancelar impuesto sobre la renta.

 

05.- LA SOLIDARIDAD COMO VALOR CUMBRE DE LA CADENA.

 

En el tope superior del continuum de valores está la Solidaridad; surge como sinergia de los anteriores, los contiene todos y suma otros no mencionados como la confianza y el compromiso, centrándose en la reciprocidad[14]; es un valor transformador per se que hay que construir, no se decreta. Sobre él se estableció el término Economía Solidaria.

 

Es básico que se le practique, no es posible admitir un acto como solidario sin que exista contraprestación es decir una respuesta acorde con el acto mismo; esto hace de él un “valor-practico”, concreto, verificable, no unilateral como la limosna entregada a un desconocido; está presente en infinitas actividades humanas y con mayor razón debería estarlo en las organizaciones que enfrentan problemas comunes ya que la Solidaridad se perfecciona en la medida en que la reciprocidad y la responsabilidad mutua se plasman en una comunidad de intereses que la sostenga y desarrolle, para que un sistema socioeconómico y los entes que lo integren sean solidarios es necesario que la solidaridad como valor esté presente.

 

Analizar este término obliga a considerar qué es Solidaridad. Las acepciones son tan variadas como los temas frecuentes con los que se relaciona: bondad, generosidad, amor, caridad, ayuda mutua, respeto mutuo, tolerancia, y justicia; a niveles coloquiales se utiliza hasta para referirse a los precios justos de ciertos restaurantes, calificar un seguro o expresar un pésame.

 

Le Petite Larousse Illustré la señala como “dependencia mutua entre personas”, agrega que involucra un sentimiento que impulsa a las personas a establecer ayuda mutua o un deber asistencial hacia las personas en peligro. En un sentido etimológico aparece en un lenguaje jurídico en el S. XV como “siendo común a muchos, cada uno responde por todos”, afirmación ésta que de alguna manera aborda el tema de la dependencia reciproca; por extensión la palabra se relaciona con solidez.

 

Javier de Lucas en su libro El Concepto de Solidaridad[15], reflexiona gramaticalmente sobre el concepto al calificarlo como “sustantivo abstracto formado a partir del adjetivo solidario, derivado a su vez inicialmente de la expresión latina in solidum, que equivale a totalidad, el todo”; lo presenta también como “una categoría específica de relaciones obligatorias, caracterizada por la unidad-integridad del vínculo obligatorio y la pluralidad de sujeto… precisamente las características de las obligaciones solidarias”, categoría jurídica de la que derivará la noción de solidaridad. En cuanto al uso del término por la sociología De Lucas lo señala como un elemento estructural de los grupos sociales.

 

Según De Lucas Comte la define como “consenso entre unidades semejantes que solo puede ser asegurado por el sentimiento de cooperación que deriva necesariamente en la división del trabajo …”, mientras que para Durkheim, a quien De Lucas califica como “el teórico por excelencia de la solidaridad”, es “…ante todo, un hecho social que consiste en el consenso espontáneo de las partes del todo social, una particular conexión entre individuos y sociedad que…” supone dos niveles: el psicosocial o vinculación entre las conciencias individuales y las colectivas, y el estructural-funcional o vinculación entre la posición del individuo y el grupo.

 

Para De Lucas antes del uso de la solidaridad como categoría científica se recurría a términos como integración, cohesión, socialización u otros; también explora otros términos con “los que se propone sustituir la solidaridad”[16], se resumen:

 

– Integración. Se utiliza en el contexto del sistema social, por lo que habría que hablar de integración sistemática más que de integración social (Parson). “Se trata de un proceso definido por la disponibilidad constante de la mayoría de los individuos de un grupo de establecer, coordinar y unificar sus acciones, rediciendo el conflicto”.

 

– Integración social. Referida a la inserción de un individuo o grupo en una colectividad mayor cuyas cualidades se adquieren (Vs. Marginación).

 

– Cohesión. Es utilizado indistintamente como solidaridad por Durkheim; es el recogido por Gauss, resulta más evidente su uso en la física y en la biología.

 

– Socialidad. Para Gurvitch es una forma de solidaridad; distingue entre la “socialidad por fusión parcial en el nosotros (interpretación) y socialidad por simple interdependencia relación-comunicación”.

 

– Asociación y orden integrativo. Gurvitch “propone que el único sentido preciso de solidaridad en tanto que distinta de cohesión / interdependencia, no puede ser análogo a lo que denomina “orden integrativo”, cuya expresión organizada son las asociaciones igualitarias de colaboración; en ese sentido, en lugar de solidaridad habría que hablar de asociación…”

 

– Comunidad. Para Tönnies comunidad implica solidaridad, pero “sin que ello mida la posibilidad de diferenciación de funciones […] porque se trata de una diferenciación a favor del conjunto”. En ese sentido Freyer identificaba prácticamente ambos conceptos, al definir la comunidad como “estructura sólida de sentimientos recíprocos”, que supera la diversidad mediante la superación interna. La variedad de círculos de solidaridad es lo que produce la diversidad de relaciones comunitarias.

 

– Cooperación. Señala la actividad común de varios sujetos para realizar intereses comunes, semejantes o complementarios. Se trata de una noción menos precisa que la solidaridad.

 

– Consenso. Se trata de una noción que en teoría sociológica, suele vincularse a la obra de Comte, quien lo entiende como principio de equilibrio, de armonía, correspondencia entre los miembros de la sociedad. Durkheim en su Division du travail, lo equipara al “conjunto de condiciones morales y materiales que constituyen la base social de los contratos, en definitiva, fundamento moral de la división del trabajo, de modo que sería un requisito de la solidaridad en las sociedades modernas, además de la interrelación”.

 

Para De Lucas, cooperación y consenso son las nociones que tienen más posibilidad de sustituir la solidaridad en el campo de las ciencias sociales.

 

Estas nociones corroboran las dificultades para comprender la solidaridad: existen otras que la asimilan a una dimensión ética organizacional que es la que domina y concede su uso frecuente en el mundo de las cooperativas, las mutuales y las asociaciones.

 

5.1.- Sentidos de Pertenencia y Propiedad como ejes de la Solidaridad.

 

El “nosotros” y “los otros” son clave para precisar la frontera entre los deberes de solidaridad y las otras exigencias que de ella se derivan, un punto de partida es establecer las diferencias entre las personas como base para el reconocimiento jurídico de la autonomía y la libertad.

 

De Lucas afirma que[17]

 

el fin al que apunta la noción de solidaridad es el apuntalamiento […] de la aparición del nosotros, el colectivo, del grupo: si lo decisivo de la solidaridad es la idea de comunión, de unidad, de reconocimiento de similitudes sin las que resulta imposible el afecto, la ayuda y el esfuerzo y el sacrificio comunes”

 

Esa precisión no es fácil, De Lucas se pregunta

 

“… hasta que punto cabe afirmar la existencia de tal identidad colectiva en sociedades en las que el grado de especialización del trabajo y la multiplicidad y complejidad de las relaciones sociales provocan tal heterogeneidad que indudablemente se arriesga a perder la integración / identificación / reconocimiento en el grupo: ¿cómo subsistirá la solidaridad en una sociedad plural y atomizada?.

 

Ese reconocimiento es condición necesaria e indispensable para la convivencia y tolerancia, fundamento de toda sociedad que pretenda desarrollar la igualdad, la democracia y la solidaridad; él amerita condiciones concretas y perdurables en el sistema de valores adoptado y en la acción de las instituciones, por ello la Solidaridad como valor no se proclama ni impone o decreta mediante instrumentos legales u órdenes, hay que construirlo; no basta con decir “Para efectos de la presente ley denominase Economía Solidaria al sistema socioeconómico, …[18].

 

En las asociaciones realmente solidarias el reconocimiento del “nosotros” amerita condiciones concretas y perdurables en el sistema de valores que adopten; en las OESs debe predominar el vocablo “nosotros” como elemento de integración ya que fortalece el sentido de pertenencia, sinónimo de sentirse parte de algo, se asocia a la satisfacción u orgullo de pertenecer a ese algo, en este caso a la OES, y concede soporte a la potencial solidaridad.

 

El sentido de pertenencia tiende a confundirse con el de propiedad, confusión que en el caso de una OES es comprensible y deseable ya que los asociados son sus propietarios. Ambos sentidos son mayores en los fundadores pues ellos transmitieron a la OES sus valores, diseñaron sus procesos, integraron personas a la organización y tejieron redes sociales con proveedores, clientes, comunidades y otras organizaciones, finalmente fueron celosos de su organización, puesta en marcha y funcionamiento, en otras palabras constituyeron la Fuerza Fundante.

 

5.2.- La solidaridad como principio ético.

 

Según De Lucas, considerar la solidaridad como principio ético hace afrontar, al menos dos problemas:

 

“El primer problema es que, en cualquier caso, el fin al que apunta la noción de solidaridad es el apuntalamiento […] de la aparición del nosotros, el colectivo, del grupo: si lo decisivo de la solidaridad es la idea de comunión, de unidad, de reconocimiento de similitudes sin las que resulta imposible el afecto, la ayuda y el esfuerzo y el sacrificio comunes, la insistencia en destacar esos rasgos comunes puede producir efectos perversos, desde la mera invención de los mismos hasta su “hallazgo” en la negación de rasgos “diferentes” y, por consiguiente, el recurso a la dialéctica [19] […] En realidad no hay solidaridad en una sociedad cerrada, pues, en todo caso, se trataría de una relación incompleta de la solidaridad, que no puede ser, simultáneamente, auténtica y excluyente: la solidaridad como motor, por ejemplo, del chauvinismo nacionalista o de la ley del silencio en un grupo criminal, correspondería, desde el punto de vista regulativo, a un planteamiento erróneo”.

 

El segundo problema lo plantea así:

 

“… hasta que punto cabe afirmar la existencia de tal identidad colectiva en sociedades en las que el grado de especialización del trabajo y la multiplicidad y complejidad de las relaciones sociales provocan tal heterogeneidad que indudablemente se arriesga a perder la integración / identificación / reconocimiento en el grupo: ¿cómo subsistirá la solidaridad en una sociedad plural y atomizada?. La cuestión, […] es cómo dilucidar los intereses de los otros que puedo (y debo) asumir como propios en aras del principio de solidaridad, sin quebrar el respeto a la identidad propia. O […] ¿hasta qué punto se puede ampliar en esas condiciones el círculo del nosotros?.

 

Las interrogantes de De Lucas parecieran justificar que el círculo en crecimiento del “nosotros” se detenga en el momento en que aparecen diferencias importantes entre potenciales usuarios del término; los grupos xenófobos y racistas circunscriben el término solo a ellos por defender justamente una identidad que niega la igualdad y la solidaridad cuando en paralelo, contradictoriamente, exigen respeto para ellos sin importarles el de “los otros”.

 

06.- El término Economía Solidaria.

 

Como se afirmó, la Solidaridad ha dado origen a actividades económicas bajo el calificativo de Economía Solidaria. Organizaciones solidarias si existen, los kibbutzim fueron (¿o aún son?, es cuestión de analizarlos), ejemplo de ella tanto en su organización y funcionamiento interno como en sus procesos de intercooperación e integración[20]; en Colombia hay importantes circuitos de OESs como el ocupado por las cooperativas de las Provincias del Sur de Santander denominados “territorios solidarios” con justa razón; en Venezuela destaca la experiencia autogestionaria de la Ferias de Consumo de la Central Cooperativa de Servicios de Lara (Cecosesola), impulsadas por 550 trabajadores asociados de los 1.500 de esa central, que intermedian con criterio de comercio justo entre sus más de 600 proveedores y el 25% de la población de Barquisimeto que adquiere en ellas productos frescos y víveres con altos diferenciales comparados con los supermercados privados y las redes estatales de distribución de alimentos.

 

6.1.-El término tiene vacíos históricos.

 

Fue a propósito de un coloquio celebrado en Francia en 1890, que a propósito de las economías el profesor Henri Desroche afirmó poder “identificar a lo largo del S. XIX en Francia una escuela socialista que tendía al socialismo, una escuela social-cristiana reformista, una escuela liberal y una escuela solidaria”[21], llama la atención que aún en 1872, un dirigente del cooperativismo francés y presidente del movimiento cristiano social, Charles Gide (1847-1932), profesor de la Universidad de París y del Colegio de Francia, que dictó cursos sobre la solidarité en ese colegio, no hablase de Economía Solidaria.

 

El término adquiere relativa presencia mundial desde hace unos cincuenta luego de la crisis del modelo de estado benefactor y el derrumbe del socialismo real y su uso ha sido impulsado fundamentalmente por sectores cristianos excluidos; dos elementos comunes de sus defensores le conceden cierta dimensión política, son: 1.- El discurso de rechazo al neo-liberalismo; y 2.- las críticas a cooperativas adormecidas en cuanto a propuestas originales y su adaptación progresiva a la economía de mercado ocupando espacios residuales no interesantes para otras empresas y el estado.

 

En América Latina tuvo un desarrollo distinto al europeo y forma parte de un discurso radical que enfrenta al sistema capitalista y en lo teórico influye el peso de grupos cristianos de base orientados por Juan Pablo II durante su visita a la Conferencia Económica para América Latina (CEPAL); ha sido la Confederación Latinoamericana de Cooperativas y Mutuales de Trabajadores (Colacot) con sede en Bogotá, la organización que más ha difundido el término.

 

Su uso es frecuente en Brasil junto con los de “economía de la solidaridad”,economía popular de la solidaridad” y el de “socioeconomía de la solidaridad”, país en el que el Gobierno de Lula Da Silva constituyó una red de administradores de políticas públicas de Economía Solidaria que tuvo como fruto la creación de la Secretaría Nacional de Economía Solidaria (Senaes) adscrita al Ministerio de Trabajo y Empleo (2003), bajo la responsabilidad del economista Paul Singer, profesor de la Universidad de Sao Paulo[22] con el objetivo de “promover el fortalecimiento y la divulgación de la Economía Solidaria mediante políticas integradas, apuntando a una gerencia del trabajo y la renta con inclusión social y la promoción del desarrollo justo y solidario”[23].

 

En Colombia, la Superintendencia de la Economía Solidaria (Supersolidaria), entidad estatal encargada de la supervisión de las entidades de esa economía, la entiende como “el sistema socioeconómico, cultural y ambiental conformado por el conjunto de fuerzas sociales organizadas en formas asociativas identificadas por prácticas autogestionarias”, definición muy general para operar el sector. En este país Colacot y sectores cristianos impulsaron el término y Colacot constituyó en Bogotá durante los 80s la Escuela Latinoamericana de Economía Solidaria.

 

 

En Venezuela, país pionero en colocar el valor Solidaridad en su Constitución Nacional (1936), no lo utilizó sino temporalmente a finales de los 80s; el cooperativismo venezolano, ante la opción de aportar propuestas que lo fortalecieran a la Asamblea Nacional Constituyente de 1999 propuso el término Economía Social adquiriendo éste rango constitucional.

 

6.2.- El término es frágil.

 

Éste término contiene una metonimia: Problema gramatical que se presenta cuando existe una identificación del continente con su contenido existiendo un desplazamiento gramatical del contenido hacia el continente como sucede con la afirmación “tomarnos unas copas” en la que lo tomado es el contenido de las copas y no las copas mismas. En él existe una clara identificación del continente (economía) con el contenido (solidaridad) que solo será válida si en el continente existe solidaridad: ¿y si no es así?.

 

Efectivamente, numerosas organizaciones calificadas como solidarias pero que no practican ese valor; a manera de ejemplo, numerosas cooperativas de ahorro y crédito o de consumo o de transporte, por mencionar algunas, son utilizadas por sus asociados como a cualquier banco, supermercado o línea de autobuses, lo que suceda en su interior no les incumbe. Lo afirmado evidencia una triste realidad, teniendo las OESs, particularmente las cooperativas, condiciones para desarrollar solidaridad, numerosas no lo hacen.

 

En peor error incurren quienes la imponen mediante decretos o leyes o construyen cómodos binomios como “Economía Social y Solidaria” o “Economía Popular y Solidaria” para obviar caracterizaciones y definiciones; también incurren quienes lo utilizan como comodín al dar limosnas o practicar un “capitalismo benefactor”. Esta inquietud va acompañada de otras, si lo que determina que una organización pertenezca a la ESol es que practica solidaridad: ¿existen la propiedad solidaria, el mercado solidario, los sistemas jurídicos solidarios?: no existen, de existir deberían girar sobre la Solidaridad.

 

También posee una fragilidad externa, propia de quienes lo imponen mediante marcos legales, basta con intentar responder las siguientes interrogantes para observarlos: 1.- ¿Es suficiente la voluntad de los actores y autores para que la solidaridad cristalice?; y 2.- ¿Una organización es solidaria solo porque una ley o un proyecto la califique de tal?[24]. El no domina en ambas respuestas, no basta con calificarlas solidarias si no practican ese valor.

 

Para alcanzar su plena realización la Solidaridad debe extenderse en lo interno en todas las instancias y actividades y hacia la sociedad mediante oleajes sinérgicos como la intercooperación y la integración hasta generalizar e impregnar con Solidaridad otras organizaciones, sectores, regiones, la sociedad y, ojala, el planeta mismo: Globalización de la Solidaridad.

 

Las consideraciones formuladas a la ESol son extensivas a cualquier otra cuyo apellido o calificativo dominante sea un valor: participación, colaboración, autogestionaria, democracia u otro, todas corren el riesgo de carecer de él y ser cascarones vacíos. Por esta razón, por su antigüedad y mayor difusión planetaria, por no caer en el terreno de la metonimia y otras debilidades, pero también porque las OESs tienen como objetivo enfrentar el problema por el que fueron constituidas, variable fácilmente observable y mesurable, el autor concluye que de adoptarse como válida la definición de ES, el único eje divisorio entre ambas sería la existencia de solidaridad; siendo así, la ESol es el subconjunto de las OESs que si desarrollan Solidaridad.

 

 

– A MANERA DE CONCLUSIÓN.

 

Como toda actividad humana, el proceso emprendedor genera valores en quienes lo desarrollan. Ellos surgen con cierto orden, sucediéndose unos a otros de manera no lineal, nutriéndose entre ellos y generando otros a manera de sucesión ascendente en lo complejo desde el más sencillo o Individualismo a la Solidaridad, de forma tal que puede afirmarse que los últimos generados contienen a los primeros.

 

El análisis se centró en la siguiente sucesión: 1.- Individualismo; 2.- Colaboración; 3.- Ayuda Mutua, valor que al superar la encrucijada ¿lucro o no lucro? Puede conducir a organizaciones capitalistas o de la Economía Social (OESs); 4.- Asociacionismo, Mutualismo y Cooperativismo trilogía de valores constituyentes de las tres formas básicas de OESs en los que las personas son centro fundamental de atención y los recursos varían de tener menos peso en las asociaciones a mayor en las cooperativas; y 5.- Solidaridad como valor fundamental que toda OES debe construir para ser calificada como de Economía Solidaria. En otras palabras, la Economía Solidaria es aquel subconjunto de la Economía Social que realmente construye y mantiene la Solidaridad como valor central.

 

Como recurso pedagógico, distinguir unos valores de otros en el justo momento de su aparición y entender la existencia de una suerte de jerarquía entre ellos, contribuye a conceptualizar las actividades económicas que supuestamente lo practican con base en esa sucesión Economía Colaborativa, Economía Social y Economía Solidaria a manera de continuum.

 

Con ese continuum de valores pudiera construirse una escala del grado de solidaridad en las organizaciones con sus respectivas variables e indicadores, que calificase con cero puntos (0) el individualismo extremo de un Robinson Crusoe y con cien puntos (100) las experiencias que realmente desarrollan Solidaridad como los kibbutzim en su pleno apogeo o las Ferias de Consumo de Lara en Venezuela; con esa tabla, ver gráfico N° 01, y un sistema apropiado de variables e indicadores, se pudiesen auditar los valores en una organización y determinar a cuál economía pudiese pertenecer.

 

Una tabla como la propuesta facilitaría entender, por ejemplo, cómo una organización con forma jurídica de compañía anónima pudiese ser de Economía Solidaria, y numerosas cooperativas son falsas y de maletín pues solo sirven a los mezquinos intereses de “sus propietarios”; sin dudas sería herramienta útil en la elaboración de los Balances Sociales de cualquier organización particularmente de la OESol.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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[1] Ver Henri Desroche. Le projet cooperatif. Editions économie et humanisme. Les editions ouvriéres. París, 1976.

[2] Ver Paul Lambert. La Doctrina Cooperativa. Edición fotocopiada. S/f.

[3] Non profit organisations (NPO).

[4] Robinson Crusoe es el personaje central del libro con ese nombre escrito por Daniel Defoe en 1791; fue un joven que en su deseo de ser marinero se embarca en un viaje que termina con una tormenta, naufraga y vive 28 años en una isla deshabitada cerca a la desembocadura del río Orinoco (Venezuela) en la que sin colaboradores pondrá a prueba sus pericias para sobrevivir hasta que aparece Viernes, otro naufrago a quien salva la vida y trata como lacayo.

[5] Consejo Intercooperativo Argentino, Declaración: Las cooperativas ante el régimen tributario, Intercoop editora, Bs. Aires, 1980, Citado por Aarón Gleizer en La no sujeción de las cooperativas en el impuesto a las ganancias. En Revista Idelcoop Año 2006-Volumen 33-N° 169. Pdf. 16 págs.

[6] Ver David Esteller Ortega. Las cooperativas no deben pagar impuestos. Pdf. Junio 2008. 6 Págs.

[7] Mario César Elgue. El sentido del desarrollo y la economía social. http://www.iigov.org/dhial/?p=46_03 Oct. 2003.

[8] Organización Internacional del Trabajo (OIT). Promoción de las cooperativas II. Primera Edición. Ginebra. Suiza. 2000. p.82.

[9] Ver Néstor Raimunda. No al impuesto a la solidaridad. Documento en PDF. S/f. 14. Págs.

[10] Profesor de Derecho Cooperativo de la Universidad Central de Venezuela (UCV), entrevista por correo –e a Carlos Molina Camacho. 18/03/2011.

[11] En Venezuela, las asociaciones y las fundaciones se constituyen de conformidad con el Código Civil; éste, en su Artículo 20º limita el objeto de las fundaciones a actividades “de utilidad general: artístico, científico, literario, benéfico o social”, en ellas no existen asociados ni aportes de éstos, nacen con un capital fundacional y un estatuto amoldado por los fundadores.

[12] Ver Jacques Defourny. “Orígenes, contextos y funciones de un tercer gran sector” en José Luís Monzón y Jacques Defourny. Economía Social. Entre Economía Capitalista y Economía Pública. Ciriec- España. Valencia. S/f. pp. 17- 21.

[13] Ver Oscar Bastidas-Delgado. Economía Social y Cooperativismo. Una Visión Organizacional. Prólogo de Bernardo Kliksberg. Editorial Universidad de San Gil / Distribuidora Norma, Colombia. Mayo 2010. 385 p.

[14] Una expresión sencilla está en lo que en el mundo de las leyes se denomina la obligación solidaria en la que, con la sola exigencia de resarcimiento de un préstamo a uno solo de los deudores, éste se obliga “solidariamente” y responde por todos, extinguiéndose la obligación de exigirle al resto.

[15] Ver Javier de Lucas. El Concepto de Solidaridad. Biblioteca de Ética, Filosofía del Derecho y Política. Distribuciones Fontamara, S.A. México, 1998. pp. 13- 35.

[16] De Lucas, Javier. Ob. Cit. Cap. I. pp. 18- 19.

 

[17] Ver Javier de Lucas. El Concepto de Solidaridad. Biblioteca de Ética, Filosofía del Derecho y Política. Distribuciones Fontamara, S.A. México, 1998. pp. 13- 35.

[18] República de Colombia. Congreso de la República. Ley 454 de 1998. Bogotá. Art. 2º.

[19] El efecto del “reconocimiento de similitudes” y de la “insistencia en destacar rasgos comunes” debería investigarse en numerosos grupos cooperativos donde la vestimenta similar, la rotación en las actividades; el parecerse a los otros haciendo lo mismo, obedece más a una necesidad de aceptación por el grupo, muchas veces de falsas poses, antes que a la búsqueda consciente de rupturas de obstáculos organizacionales como el de la división del trabajo o el de la dualidad dirigentes- dirigidos que impiden reales aperturas autogestionarias.

[20] El autor tuvo la oportunidad de estudiar in situ la experiencia autogestionaria en el Kibbutz Ga´aton, mayo-junio 1977.

[21] Ver Jacques Defourny. “Orígenes, contextos y funciones de un tercer gran sector”. Ob. Cit. pp. 17- 21.

[22] Ver Paul Singer. Economía solidaria. En La Otra Economía. Altamira. Argentina. 2004.

[23] http://www.mte.gov.br/Empregador/EconomiaSolidaria/conteudo/Programa.asp em 02/02/2005

[24] Recuérdese a manera de ejemplo que la Ley 454 de 1998 de Colombia. Ob. Cit. reza: “Tienen el carácter de organizaciones solidarias entre otras: …”.

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